sábado, 11 de abril de 2015

FUTUROLOGÍA Y FUTURISMO DE LA POESÍA MEXICANA (PARTE 1)

Performance en Poesía y Voz Alta, Casa del Lago, 2011.

Hace un par de meses, Víctor Ibarra, me invitó a escribir algunos ensayos sobre la perspectiva actual de la poesía mexicana. Eso en primer momento me pareció complicado y un tanto aburrido, ya que al elaborar perspectivas siempre se corre el peligro de un punto ciego o una pérdida de foco. La situación que me llamó la atención fue la modalidad que me solicitaba, es decir, “a manera de futurólogo”. Sinceramente conocía poco sobre este tema y en realidad la etimología me daba ciertas pautas elementales: muy probablemente se trata del estudio del futuro para influir en él. Después me enteré que existía un método científico-matemático para predecir las condiciones futuras y una distinción analítica entre futurólogos y futuristas. Asimismo, como en muchas disciplinas, existe una confrontación en las metodologías futurológicas. A veces tienen más peso las usadas por los académicos y a veces son los ocultistas quienes vislumbran la última palabra. En este sentido, más que la ciencia, me interesó el esoterismo y la adivinación. Hay una acepción de la futurología que se identifica con saberes no científicos como la ciencia ficción, la astrología y la quiromancia. Todo ello demasiado poético, más aún, si se mira a la poesía como misterio.
            Cuando a Lezama Lima le preguntan: ¿Cuáles son sus futuros proyectos literarios? La respuesta es más poesía “mientras pueda tocar esa convergencia, esa fulguración, que es como la respiración entre lo estelar que desciende y lo telúrico que evapora. Si llegáramos a un planeta desconocido, comprobaríamos el sortilegio de la respiración; cada espiración una interrogación que no concluye, cada aspiración o inspiración un oscuro que nos aclara”.[1] Ante esta naturaleza o, mejor dicho, sobrenaturaleza de la respiración, donde la poesía es una cadena de inhalaciones rítmica seguidas de una refutación exhalante, no se puede averiguar mucho: el signo de interrogación se agiganta, desplazando los sentidos de la atmósfera. De este modo, el compás del planeta se escucha y quizás se repite, pero es imposible de predecir. La poesía no se predice puesto que se articula y libera en el momento en que se dice. Un decir inédito que no necesariamente es revelador o, en el caso de Lezama, una respiración asmática que sonará sin lugar a dudas extraña. La poesía, aunque se ancle en el pasado, siempre es un futuro disipado entre las palabras. En muchos territorios, la atemporalidad poética traspasa el universo material y circundante.
            A pesar de ello, pueden prosperar algunos intentos no futurológicos en la poesía, sino más bien de futurismo poemático. Lo poemático aquí está a la mitad de camino entre la poesía y la divagación, sin tocar necesariamente las nociones de poema o ensayo. Otra posibilidad de acercamiento a lo poético sin ejecutar la maquinaria del poema. Aunque es cierto que la poemática puede circundar las significaciones del poema, resulta al final otra vía de aproximación a la poesía. Así como los medievales usaron la cuaderna vía en referencia al quadrivium y a los equilibrios pitagóricos, la vía poemática nos puede brindar un estudio referencial del pasado o el futuro si la enlazamos con algún arte simbólica: combinatoria, hermenéutica, tarótica, astrológica, etc. Considerando que no domino ninguna de estas artes, me es preciso abandonar mis primeras pretensiones y conformarme con una aproximación menos indeleble, es decir, llevar a cabo una “poemática futurista”. Esto no significa que se pierda rigor o baje la credibilidad de los pronósticos, todo lo contrario, probablemente sean más abiertas las interpretaciones, más audaces los símbolos y menos formalistas los resultados. Si el hombre atraviesa un bosque de símbolos, como lo quería ver Baudelaire, esas correspondencias vienen tanto del futuro como del pasado, pero invariablemente incidiendo en el porvenir. Ese enramado simbólico es una imagen futurista, pero no futurista apelando a la vanguardia fundada por Marinetti, sino como una actitud espiritual orientada hacia lo desconocido recién descubierto. Hay otro futurismo antes del futurismo.
Antes de empezar a esbozar poemáticas futuristas, es preciso que ajuste ciertas predicciones en torno a la poesía mexicana o, en su caso, a la suerte o destino de algunos poetas mexicanos. Primeramente quiero comentar algunos aspectos del libro Astronave. Panorámica de poesía mexicana (1985-1993) que realicé junto con Gerardo Grande en el 2012. En el fondo Astronave opera como un ejercicio futurológico, es una “panorámica de la buena fe”. Esta buena fe es precisamente el creer en el más allá de la poesía, en las formaciones en ciernes y las constelaciones de un nuevo mapa. La astronave viaja en el espacio y logra, como en los clásicos de ciencia ficción, traspasar la malla del espacio-tiempo y colocarse en un futuro asombroso y desconocido. En vez de mirar la Estatua de la Libertad en las nuevas riberas de Nueva York, el poeta se deleita con las ruinas de la biblioteca José Vasconcelos en un distopía donde los libros de poesía son un artículo de lujo y nostalgia kitsch. El fin de la poesía analógica-pitagórica y el inicio de la poesía cíborg. Más allá del proceso de virtualización de la poesía, la astronave, ave astral que surca los cielos, dice: “Tres posibles sendas de esta poesía son: 1) un desarme limítrofe en el lenguaje a través de los últimos remanentes neobarrocos; 2) la transdisiciplinariedad a través de los soportes tecnológicos y audiovisuales; 3) la transdisiciplinariedad a través sistemas o formas de la filosofía y las ciencias”. Aquí hay una sorpresa, pues aparece un cuarto camino que se desprende de ciertos agenciamientos en la red y el mercado editorial: alt lit o el advenimiento de un conversacionalismo intimista y capitalístico. Esta senda, colocada desde las subjetividades estadounidenses, supone otra estética en los valores del liberalismo de la neutralidad. Lo alternativo, a mi parecer, se encuentra en el reconocimiento o sublimación de las herramientas biopolíticas en los sujetos poéticos pero no en la exploración del lenguaje y su epistemología. Esto último es precisamente lo que le preocupa a la poesía latinoamericana desde los años setentas[2] y que, bajo la misma tónica, podríamos llamar lat lit.
Respecto a los ajustes que tengo que realizar en relación a poetas mexicanos, debo reconocer ciertos errores en mis predicciones. No me refiero aquí únicamente a quienes consideraba ganadores naturales de algunos certámenes y premios literarios, ni tampoco a quienes han cambiado el norte de la poesía por otra guía artística o espiritual, ya sea para bien o para mal; sino aquellos que me han sobrecogido gratamente por sus libros. Podría llenar párrafos con nombres que ahora son para mí nuevos hallazgos, pero quizás basta con mencionar un solo nombre: David Meza. Conocí a David en el 2009, en el café Che Guevara que se encuentra muy cerca de CU. En ese momento David nos mostró (a mí y a Yaxkin) algunos poemas con una suerte de heterónimos al estilo Pessoa y algunos flashazos que después fueron depurados para formar En la boca de la simetría. Siendo completamente sincero, esos poemas se me hicieron medianamente interesantes y hubiese predicho que no pasaría mucho con ellos. Nunca imaginé que serían el germen de una obra integral y potente como El sueño de Visnú. Este libro en mucho, por las lecturas de David y la dinámica de la Red de los Poetas Salvajes, representa el culmen de una línea trabajada por poetas que aquí he agrupado como lat lit: Zurita, Verástegui, Mario Santiago y Héctor Hernández Montecinos. ¿Qué futuro pronostico para David? Me parece que ha escrito una obra tan totalizadora donde la expectativa puede devorar cualquier libro de poesía, por más intentos de desapego que el autor ejecute. David ahora escribe una novela y me parece que así descomprime el tiempo que absorbió El sueño de Visnú en su vida. Creo que David escribirá novelas-poemas curiosamente más al estilo de Bolaño que de Lezama Lima.
            Ahora sí: futurismo poemático, podemos empezar.

Manuel de J. Jiménez




[1] Cfr. Méndez Martínez, Roberto, José Lezama Lima: valoración múltiple, La Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2010, p. 33.
[2] Si bien es cierto que no toda la poesía latinoamericana es “alternativa” por su riesgo lingüístico y desterritorialización poética, si se pueden apuntar varios autores que pueden considerarse heterodoxos a su tradición. Primeramente se puede observar con los poetas de Medusario, el neobarroco o neobarroso. Lo mismo sucede con poetas como Enrique Verástegui, Mario Santiago Papasquiaro, Leónidas Lamborghini, Juan Luis Martínez y Ulises Carrión. De los más recientes se puede citar a Héctor Hernández Montecinos, Alan Mills y Ernesto Carrión. 

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